jueves, 29 de octubre de 2009

miércoles, 27 de mayo de 2009

Presencia y Telepresencia


Presencia y telepresencia no son antagónicas sino complementarias. Pero ello exige aguzar el entendimiento crítico, para distinguir suficientemente entre ambas situaciones, para no hacer en una lo que corresponde en la otra y de esa forma unirlas convenientemente en una síntesis dinámica, cambiante y enriquecedora.

Las comunicaciones, las redes por las que se impartirá una educación a distancia, permitirán una distribución diferente del aprendizaje en el espacio y en el tiempo. Algunos espacios se reciclarán progresivamente, otros desaparecerán.


La educación "presencial", establecida desde hace siglos, ha sufrido recientemente grandes cambios, muchos de ellos provocados por las crecientes exigencias de una población que requiere mayor cultura y capacitación profesional pero que no puede asistir a los cursos tradicionales, por diferentes razones. Surge así la educación a distancia que, no obstante, el público en general la considera como una educación de segunda clase o a lo sumo supletoria. Seguramente la dificultad reside en una creencia arraigada en el valor intrínsecamente superior de la educación presencial.


Se calcula que en muchas clases presenciales se pierde un alto porcentaje del tiempo en transmitir oralmente o por escrito la información que podría hacerse en forma remota de modo digital. El colmo del desperdicio es llegar a una clase y copiar lo que el profesor ha escrito en el pizarrón, cuando el texto podría haber sido enviado previamente por red a la computadora personal de cada alumno. Esta situación absurda es muy común y revela a las claras las limitaciones instrumentales y mentales de un curso presencial.

Queremos también enfatizar el valor decisivo del intercambio personal entre el profesor y el alumno. Contra lo que algunos creen, la educación a distancia pone de relieve este aspecto en lugar de eliminarlo. Es ciertamente la base de todo el proceso educativo. Mediante la tecnología digital el profesor está más cerca de su discípulo que muchos otros que sólo lo ven de lejos en las clases magistrales. Cuando el profesor combina su telepresencia con su presencia efectiva y tutorial puede encontrar un mejor equilibrio, disminuir la redundancia de los cursos, aprovechar mejor el diálogo cara a cara, maximizar el empleo de los recursos disponibles, disminuir los traslados innecesarios y frustrantes. Pero este camino de integración no es sencillo y exige una actualización permanente de los sistemas (redes, videoconferencias) y una capacitación pedagógica acorde con los tiempos digitales.





En un campus digital, las ideas pueden mantenerse en la red de manera indefinida a un costo ínfimo, los libros nunca están agotados, se pueden consultar tantas veces como se quiera, etcétera.

La videoconferencia nos ofrece la posibilidad de conversar con otra o varias personas a distancia con audio e imagen en movimiento. Se trata de un instrumento nuevo en la educación cuyo impacto será de tal magnitud que nada seguirá siendo como antes cuando se distribuya globalmente. Dos grupos de personas pueden verse, hablar y dialogar con la mayor facilidad aunque los separe un océano.


Esta prodigiosa modalidad de comunicación exige un local apropiado. Cuando el aula presencial tradicional se vaya desmontando en función de una enseñanza mejor distribuida, tal vez ese nicho pedagógico pasará a ser ocupado por la sala de videoconferencias. Seguramente esta sala llegará a tener "paredes virtuales" donde se proyecten las imágenes de otras salas similares en diferentes lugares del mundo. En todo caso, será muy diferente al aula encerrada en sí misma que hoy conocemos. La realidad superará la ficción.
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